30 de agosto de 2014

El que entra no sale... el que entra no sale...

Ah...!  esa especie de sectas modernas que son los grupitos de Whatsapp. Entras en uno con (relativa) ilusión, y cuando pierdes el interés no sabes cómo salir de él sin ofender a los demás miembros. (Alguien como Marlon no habría tenido este problemilla. Aunque tampoco me lo imagino metiéndose en estos jardines, la verdad...)

Empiezas por silenciar al grupo, para al menos no estar escuchando pitidos constantes de nuevas alertas. Pero esa medida no basta, porque cada vez que abres la aplicación,  aparecen las notificaciones, a pesar de haber configurado los ajustes para no recibirlas. ¡Qué cruz!
Entonces lees y relees la "Ayuda" de Whatsapp para comprobar que no has pasado por alto el paso clave para mantener el grupo aparcado. Nada. Buscas en Google, en foros. Alguien sugiere el nombre de una app para abandonar grupos sin que los demás se den cuenta. Bingo. [...]  Mierda: la aplicación no funciona o ya no existe.
Te planteas dar una segunda oportunidad al grupo, volver a participar, a ver si por casualidad surgiera un interés renovado. Pero la cosa no funciona, y pronto empiezas a acordarte de lo feliz (bueno, más o menos) que eras antes de toda esta milonga de la tecnología que nos mantiene en contacto, nos guste o no.

  
Pero un buen día, le echas un par y abandonas el grupo. Y ahí se termina el problema. O quizás te acabas de crear otro.

18 de agosto de 2014

Gran Hermano en el andamio

Que los obreros de todo el mundo lanzan piropos (por decirlo finamente) a toda fémina que se atreva a asomar la nariz en un radio de 50 metros de la obra, es algo habitual. Pero ¿qué se cuece allá arriba, en las alturas? 
En los andamios de la obra que ha reparado la fachada de mi casa durante lo dos últimos meses, los obreros - entre otras cosas - se tiran los tejos unos a otros. Quizás porque es difícil atisbar mujeres desde una sexta planta a través de una malla tupida, quizás porque están casi tan contentos como los vecinos de terminar ya con la puñetera obra o quizás porque tras ocho semanas de verse las caras a diario, la atracción es ya genuina.  
Aunque no estoy pendiente de sus conversaciones, no puedo evitar escuchar algunas de ellas, ya que trabajan junto a mi ventana. A ver si vais a pensar que soy como la vieja'l visillo...   Esto es como el infumable Gran Hermano, pero al revés: los de la casa observando los comportamientos de los del exterior.

Uno de ellos es bastante moreno y tiene los ojos azules, y al pobre chaval le traen loco sus compañeros. Que si "ay! mi gitanazo de ojos azules", que si "ven aquí que mi mujer hace semanas que no me toca"...
Pero también hay desavenencias. Dos de ellos discuten por todo. Uno es un mandón tipo "porque lo digo yo" que no calla ni debajo del agua y el otro - por lo visto - un flojo que no hace caso de nada, va a su rollo y que a menudo se quita el arnés. De momento los insultos son descafeinados: feo, malo, mal compañero, vago, mala persona, grano en el culo, "gilipichi" (...), tocahuevos... Pero van aumentando en frecuencia e intensidad. Si tuvieran que pasar juntos una semana más, estoy segura de que terminarían a puñetazos, y ahí sí que el que trabaja sin arnés llevaría las de perder.  


16 de agosto de 2014

Se equivocó la paloma

... se equivocaba. Apuntó mal, y me cagó en la cabeza. (Sí, C, al final sí que me dio en la cocorota; me dí cuenta al ir a recogerme el pelo para cenar. Puajjj!). 
O quizás no apuntó mal, quizás lo hizo a propósito, como preludio a una tarde-noche de esas para olvidar.  
Pero bueno, al final, el pelo está limpio y la tarde-noche de mierda ya pasó. Toca aprovechar lo que queda de madrugada para dormir y soñar que soy un gavilán que merienda palomas.


13 de agosto de 2014

Regálame...

Hace unos 7 u 8 años, cuando los blogs estaban muy de moda, me topé con el de un chico que ya no recuerdo sobre qué escribía, pero había puesto un botoncito de PayPal para que la gente donase "la voluntad" y le ayudara a comprar un MacBook. De hecho creo que el blog se llamaba "Regálame un MacBook". Ignoro si logró su objetivo, pero sí llevaba recaudada una cantidad interesante. Imagino que si entonces le fue bien, ahora estará pidiendo un iPad Air.

Yo estaba planteándome la posibilidad de intentar algo así, pero para invertirlo en algo que me haga la vida más fácil, que los iPads y derivados están muy bien, pero no; como madre sola de dos niños pequeños que soy, necesito algo práctico. Al principio se me ocurrió organizar un "Regálame una chacha", que sería ideal, pero para mantenerla mes a mes tendría que recibir un goteo constante de donativos, y no lo veo claro. 
Entonces pensé: Después de una chacha, ¿qué es lo más práctico que una puede tener en casa?. Pues ya está: La Thermomix. 
Oyendo hablar a algunas, pareciera que hoy en día cualquier madre moderna que se precie debe poseer la Thermomix, que te soluciona la vida en la cocina. Pero claro, el chaval del MacBook ofrecía un blog interesante y la gente no tenía reparos en contribuir a la causa... ¿y acerca de qué podría escribir una servidora para que hordas de lectores se animaran a dejar en mi cuenta de PayPal "la voluntad"? Entonces se me encendió la bombilla: Si publico recetas de mi cosecha, si pongo fotos de lo que suelo cocinar a diario, la gente se lanzará a donar como loca para que me pueda comprar la dichosa Thermomix y los niños y yo comamos menús en condiciones. A lo mejor hasta surge un mecenas anónimo que me la regala directamente. Eso, o un curso acelerado de cocina. La idea es tentadora.

Brando

Dicen quienes conocieron a Marlon Brando en persona que era muy directo, decía sin tapujos lo que pensaba y hacía preguntas incómodas. Por lo visto sus interlocutores se rendían ante él sin poder evitarlo. Yo pienso que se lo consentían por ser una mega estrella, guapo y con dinero... durante la mayor parte de su carrera, claro. A medida que iba decayendo su fama, su aspecto y su fortuna, se fue aislando de todo y todos hasta convertirse en un recluso.
A mí en el fondo me encantaría tener una manera de ser tan directa y pasota, pero no me dibujaron así. Además, como no soy famosa, guapa y rica, pocos iban a aguantarme. A estas alturas de la vida estaría ya como Marlon Brando al final de sus días. Pero sin mansión. Y sin isla privada. Y eso, sí que no.