... se equivocaba. Apuntó mal, y me cagó en la cabeza. (Sí, C, al final sí que me dio en la cocorota; me dí cuenta al ir a recogerme el pelo para cenar. Puajjj!).
O quizás no apuntó mal, quizás lo hizo a propósito, como preludio a una tarde-noche de esas para olvidar.
Pero bueno, al final, el pelo está limpio y la tarde-noche de mierda ya pasó. Toca aprovechar lo que queda de madrugada para dormir y soñar que soy un gavilán que merienda palomas.
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